jueves, 5 de junio de 2014

Me apago en tu espalda



Me acuerdo de un sueño en el que de pronto torcías mi garganta hasta matarme, como tantas veces yo lo había intentado. Simplemente ponías tus palmas como tijeras sobre mi cuello y apretabas de tal forma que era sensillo reventarme los huesos y aniquilarme, con esa sonrisa tan tuya en los labios.
Pero resulta que me levanté en la madrugada para constatar mi pesadilla; y allí estabas, tan dormido que hasta las lágrimas se te habían secado. Bello, dormido, impregnado de un atado de pelos sobre tu rostro. Y en tus dedos una oración que de seguro no terminaste. Bajo mis ojos despiertas llorando, gimiendo; o seguiste llorando y gimiendo como antes de dormirte, mucho antes del “Amén” que crees que salvará nuestra relación y que yo te repito que no hay nada que salvar pero si mucho por hacer. Abres los ojos para encontrar mis pupilas brillantes, te enjugas los párpados  y me dices: “Soñé que te ahorcaba”. Rozas mi rostro con la yema de tus dedos. “Fue horrible”, agregas. 
Decirte que yo soñé lo mismo sería una conversación hipócrita más. Un juego de que seguro ambos saldríamos imaginando que sería terrible tratar de asesinarnos, que nos extrañaríamos tanto que sería un infierno la vida. Todas de las mejores e inéditas mentiras.
De pronto en su pecho resonó un tambor auspiciado por el frio. Poco a poco me voy apagando en tu espalda. 


Chloe Marina

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