domingo, 8 de junio de 2014

Luego de un beso



Luego de un beso, los amante se toman las manos y recorren el cielo de sus miradas para alimentar ese llanto que nacerá hacia el final de su historia, ahí donde cada uno se encuentra un poco más cerca de la tierra y solo les es posible respirar conscientemente, como un trabajo a realizar, porque el cuerpo se niega a seguir; lo mismo pasa con los latidos, con el andar, con el mirar… hasta con el pensar. Ya no se trata de simples funciones básicas, sino de algo planeado donde respirar, palpitar, pensar son tareas de las que somos totalmente responsables. Es extraño, cuando menos deseamos sentir más sentimos. Esa es la función impostergable, la que siempre nos recuerda que el mundo es una realidad más. Tan ajena como propia. Luego un vacío y después ni siquiera se sentirá el vacío. Se complica el mundo para cuando sus besos ya no se retraen, cual garras, en mi cuello ni en mis labios. Mas, habiendo escrito tantas líneas creo que aún no he hablado del amor. No, claro que no. De lo que vengo hablando es algo muy distinto al amor. El amor, bueno, seguro ya has escuchado bastante de aquel; solo me queda decir una cosa: libertad. Eso es para mí amar. Ser libre con mis instintos y acercarme cada vez más a lo irracional. Amar parece contrario a pensar. Si se piensa cuando se ama a alguien, se cae en un juego filoso donde se puede llegar al estío total. Creo que amar no es mirar a quien, sino disfrutar egoístamente de ese sentimiento. Amar no es una canción a coro, sino dos islas que se conocen por los cambios en el oleaje que una atribuye a la otra. Somos dos islas, dos fuentes, dos faroles… El amor nunca es posible si se piensa en que vamos a ser uno solo. Creo que la figura siempre será en mi mente como dos palomas sosteniendo una rama. Y, claro, egoísta. Los amantes siempre buscan ser felices a su modo (porque la felicidad no es lo mismo para nadie), a veces hasta condenando a la otra persona, y no hay acto más humano que actuar de manera egoísta. Siempre el bien propio, y hasta hacer felices a otras personas es un acto egoísta. No hay acción sin beneficio. Y esto no es una acusación ni nada de eso, simplemente que no quiero dejar de escribir con la libertad que considero tan propia de mí. Como decía al principio, luego de un beso es cuando se piensa. Arriesgas la mirada hacia el otro ser, pones alerta a la lengua para percibir errores, buscas algo (no sabes qué es) pero buscas algo; y ese es el caso de los malos o confusos besos, ya que hay besos que no, no se piensan si se sienten: se viven. Son como latidos dentro de la boca, que se someten a un espacio y tiempo ajenos. Esos besos son los que siempre seguiré buscando. Esos besos que me obligaron hoy a despertar y escribir, aquellos por los que el egoísmo, el pensar y el sentir se escapan y que realmente sí se puede hablar de un uno total y armónico. Finalmente, seguiremos buscando, ¿no crees?

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